Nació el 7 de
mayo del ‘48 en un barrio humilde de Montevideo, tenía tan solo 63 años. En una
familia pobre y laburadora se forjo su personalidad, fue mecánico, jugó al fútbol,
hizo karate, trabajó empacando fruta abrillantada, músico en una banda tocando
la guitarra y cantando y finalmente radiólogo.
Le gustaba el
fútbol como a todos, se calentaba con el Toto y
Scelza, y era un gran hincha y socio de Nacional, tuve el placer y honor
de acompañarlo a recibir su medalla de 30 años de socio lo cual fue una alegría
inmensa para los dos. Nos abrazamos y lloramos juntos por la blanca, una
devoción que compartimos de alma.
Se declaró a su
esposa (que había conocido estudiando radiología) cantándole Yesteday con la
guitarra y su pasión por la música incluida un repertorio de lo más variado, pero
sus preferidos sin dudas eran The Beatles y Cat Stevens por el cual profesaba
una cuasi devoción.
Era un calentón
de primera, me contó cómo una vez hizo pelota una puerta de una piña en el
trabajo porque lo había sacado de quicio y varios de sus compañeros me
comentaban a sus espaldas lo exigente que era, ojo, también destacaban que era
un maestro en su especialidad.
Le encantaba la
pesca, confieso que ahí lo acompañe mientras era obligatorio, luego lo abandone
porque a mí me superaba.
Aprendimos juntos
de hongos, me enseño a decir astrágalo pithecus, pithecanthropus erectus y esternocleidomastoideo.
Nos entretuvo rato con las Vepas y los Veporonos en Jaureguiberry y atesoro
esos momentos con mucho cariño, clase A en mi baúl de recuerdos.
Lo vi una vez sola
jugar al fútbol de verdad pero me entere de varias de sus hazañas de joven, por
ejemplo cuando le quebraron el caballete nasal por tirarse en palomita y
comerse una plancha en la cara, pero eso sí, campeonato y gol aunque se comió
una soba de novela.
La iglesia de San
Pedro siempre estaba en las historias y los cuentos del cura que se comía los
mocos. También del barrio me contaba cuando cruzaban el cementerio del buceo
con los amigos camino del agua y de cómo cruzaban nadando el puertito.
Una vez me contó
que vio un OVNI, caminaba para la casa en la noche y esa extraña luz se movía
encima de él en cielo nocturno, volvió tiritando de frio y cubierto de sudor
por la experiencia.
Me contaba como echaba
a los novios de sus hermanas cuando se quedaban haciendo living, lo que pasa
que el dormía en el living y no podía acostarse hasta que los pretendientes se
marcharan.
Fumó, fumó mucho
pero había dejado hace años y eso no le provoco su muerte, Nevada fumaba y si
no había Coronado también servía… debo haber ido a comprar miles de paquetes a
la cantina de la esquina. Ahí también me llevaba a los asados, jugábamos al futbolito
y lo veía jugar al casin. Ahí creo que me empezó a decir gallego porque era
medio zetoso de chico y hasta una vez me dio una pitada de cigarro en el viejo
Independencia.
En el cajón de la
mesa de luz tenía el embase de los puros que se fumó cuando nacieron sus hijos,
recuerdo que los usaba para jugar cuando él no estaba.
Me llevó 500 mil
veces a la cama cuando yo pretendía haberme quedado dormido mirando la tele en
la cama con él, me acostaba a los pies, mamá dormía y nosotros mirábamos series
de terror. Cuando terminaban yo siempre estaba dormido y me lleva a la cucha y
me tapaba, amaba eso.
En la cantina lo
vi ganar partidos y trofeos de bochas, truco y escoba de chorizo. Me enseño a vendarme los
pies antes de jugar al fútbol y me relajo más de una vez mientras me sacaba una
placa porque me había mandado una macana y me había lastimado. Cuando le choqué
el auto casi me come y cuando me recibí de Ingeniero se salía de la bata de
contento (más que yo le diría) y me demandaba que sacara chapa, cosa que nunca
hice por mí terco y casi enfermizo perfil bajo, me dio mesadas, le lave el
auto, hicimos asado juntos y hace un año tuve el placer de cocinarle varias
veces mientras el cebaba el mate.
A pesar de las
limitaciones de su entorno pudo sobresalir y llego a obtener un título
Universitario, pavimentando el camino de sus hijos, marcando la cancha para que
obtuviéramos similares logros. Igual tenía manías que no podía sacarse de
encima, por ejemplo, guardaba montones de plata escondidas en la casa sobre
todo en los roperos, manías heredadas de su padre según me contaron. El viejo
lo educó con mano dura pero sé que no le guardaba rencor, eso también me lo
contó.
Hizo del trabajo
un apostolado, trabajó sin parar hasta el día que lo internaron. Como si no hubiese
nada más, eso se le puede reprochar un poco pienso yo.
Me llevó un par
de veces al hospital con lastimaduras jodidas y sacó a mi hermana de un río que
se la llevaba.
Jugamos muchos
años al paddel juntos, hasta que las lesiones no lo dejaron seguir, fueron de
las mejores épocas y habíamos armado una barra linda para divertirnos con
varios amigos.
Nos peleábamos bastante,
teníamos personalidades muy fuertes y encontradas, pero siempre era igual, en
un par de horas tomábamos unos mates o unos whiskys y todo estaba bien otra
vez.
Me pidió guardar
un secreto una vez, el tenía esas cosas de hacer y no contar, de guardarse las
cosas, unos familiares estaban distanciados por una plata y el puso la mosca
para que todo se solucionara, me pidió no contar nada, creo que estoy liberado
de esa promesa ahora.
Se mandó una
macana fiera, descuido su salud y la pagó caro, la pagamos todos caro y la
verdad eso para mí todavía es incomprensible, como eso le pasó a un tipo tan
inteligente, creo que en el fondo su terror a la muerte lo paralizó e hizo que auto
cumpliera sus más profundos temores. Ahora es solo tristeza, mañana solo
quedarán los buenos recuerdos.
En fin, no lo van
a ver en la portada de los diarios, porque cuando nos morimos las personas comunes no es noticia, pero por este post lo dejo presentado para
que lo conozcan y sepan que hubo un buen tipo llamado José Pedro Acosta Sosa
que existió y dejó huella.
Hoy a mí la vida me marcó y mi compromiso es aprender de sus aciertos y de sus errores para ser un mejor tipo cada día y estar ahí para mi mujer y mis hijos todo el tiempo que Dios me dé.
Hoy a mí la vida me marcó y mi compromiso es aprender de sus aciertos y de sus errores para ser un mejor tipo cada día y estar ahí para mi mujer y mis hijos todo el tiempo que Dios me dé.
Chau, José. Chau,
papá. Se te va a extrañar viejo.